Vuelvo a casa después de un día agotador, son cerca de las 12 de la noche y el camino desde la estación es largo. Pero me siento bien.
Y es que me doy cuenta una vez más de que soy una persona afortunada. Quiero contar una cosa: Una vez, hace ya un par de años, fui en metro a visitar a mi hermana Cris, (la mayor) Su casa pilla lejos del metro, pero no me gustan los autobuses así que... me bajo en la estación y empiezo el camino a pata. Nada más salir de las escaleras automáticas veo en una farola una pegatina cuadrada, del tamaño de la palma de una mano. En ella hay una línea roja curva que simula una sonrisa enorme. Enmarcando la pegatina ponía algo como “¡¡Sonríe!! Verás que bien” a mi me funciona y echo a andar más contento. Por el camino me encuentro más variantes de la misma pegatina “¡Hoy estás guapísim@!” y otros mensajes por el estilo que no recuerdo ahora –ya digo que han pasado varios años- por toda la calle aparecían estas pegatinas, muchas a medio arrancar o avejentadas, pero fieles a esa filosofía tan sencilla de la sonrisa roja. Había una incluso en el portal de mi hermana. Llegué a su casa e iba a comentárselo cuando vi, junto a la impresora, varios “folios pegatina”, cada uno impreso con unas 8 pegatinas de ese tipo. Era ella quien las había impreso y las había pegado por ahí. ¿Porqué? Porque sí. Ella es así.
Pocas cosas me han hecho sentir tanta admiración por nadie.
Ayer mi hermana volvió a impresionarme con un trabajo increíble. Un cuento infantil en el que los “4 hermanos” somos los protagonistas. Un regalo ideal para el más pequeño, que ayer cumplió seis años y nos tiene a todos locos. Cris nos regaló otro ejemplar del libro (de páginas plastificadas) a Patricia y a mi. Para mi ese libro es todo un tesoro –tenéis que verlo porque es increíble-
Y eso me lleva también a pensar en toda la gente a la que veo últimamente desvivirse por los demás. Estoy presenciando muchos actos de auténtica generosidad desinteresada. No todos tienen relación conmigo, pero puedo ver gente preocupada por sus familiares, gente que intenta ayudar a un amigo que no está del todo bien, gente que pregunta por otra con cariño, gente que se reencuentra después de mucho tiempo y se dan unas palmadas sinceras, gente que deja una nota de amor de cuatro palabras sobre una encimera, gente que llega a tu casa para llenarla de plantas, gente que te dice “Te he comprado unos calzoncillos porque, como eres un desastre...”, gente que habla con total convicción de “Cuando nuestra hija sea mayor y te llame tío...”; gente con la que ya no importa discutir porque sabes que te quieren, gente que se echa de menos y llama por teléfono para “nada”, gente que hace un regalo sin excusa alguna, gente que se saluda con un abrazo un par de segundos más largo de lo imprescindible, gente que brinda y le dedica un recuerdo emocionado a aquellos que ya no están con nosotros...
Y así podriamos seguir durante mucho tiempo.
De algunos de estos actos sólo he sido espectador, pero eso también me hace también partícipe de la alegría que estas personas regalan.
Y esas cosas están ahí. Salen de la nada, sin pretensiones. Son el afecto, que toma forma más allá de regalos navideños o invitaciones forzadas. Queremos y somos queridos, todos y cada uno de nosotros. No lo olvides.
Y no dejes que los demás olviden que les quieres. Luego quizá, por los motivos que sea, no puedas decírselo. Y eso, te lo digo yo, es una tortura.
De todo se aprende. Si quieres a alguien: que se entere.
Ahora llega el fin de semana. Piensa en algo divertido con lo que despertar mañana a tu pareja (O con lo que sorprender a tus amigos) y verás como sólo con ese pensamiento... se pone en marcha la maquinaria.
Como muestra vale este mismo post, que no es "causa" de este movimiento, si no "consecuencia"
Un beso muy fuerte para todos!
Ea!!