Elena
Hay encuentros que parecen sacados de una película ñoña de Meg Ryan. Pero... esas cosas están divertidas.
El caso es que el otro día me senté en el tren justo delante de una chica cuya cara me sonaba bastante. El tren estaba casi vacío y de pronto ahí estábamos los dos, frente a frente. ¿Es ella; no es ella? Me decidí: “Perdona... ¿Tu te llamas Elena?” Ella me sonrió; “Sí. Y tú Daniel. Me estaba preguntando si serias tú”
El caso es que esta chica fue el “amor” de mi infancia. Íbamos juntos a clase y yo pasé cuatro años, de 3º de EGB a 6º –ambos inclusive- suspirando por esa chica. (Y os aseguro que a esa edad cuatro años suspirando son una vida)
Esa tarde –del sábado pasado- Elena y yo compartimos varias estaciones de tren y esperamos dos metros juntos. Fue divertido.
“Yo me acuerdo de que a ti y a mi, como nos apellidamos Sánchez los dos, nos sentaban juntos los profesores”; dijo ella “¡Que va! Tu y yo nunca nos sentamos juntos más allá del primer día de clase”; “¡Que sí!”; “Que no. Si nos hubiéramos sentado juntos lo sabría porque...” Y ahí vino la revelación tantos años callada. Ella rió y me dijo que no lo había notado. ¿Cómo hacerlo? Yo era incapaz de acercarme a ninguna chica que me gustase. Ventitantos años después y no he cambiado casi nada en ese aspecto.
Fue divertido. Elena mantiene la sonrisa, la piel pálida, las pecas y ese cierto aire de despreocupación. Nos despedimos, creo que con cierta reticencia por parte de los dos, como si nos faltase algo. “Bueno, pues ya... ¡Hasta dentro de otros 20 años!” ¿Estuvo mal no pedirle el teléfono? No sé. Por un lado me habría gustado, por otro... ¿quien sabe? A fin de cuentas lo importante es que durante años pensé “Tenía que haberle dicho a esa chica que me gustaba”
Misión cumplida.
Me gustó verla y saber de ella.
Pienso en ese tiempo del colegio y... ¿Éramos tan diferentes a como somos hoy?
Yo creo que no.
El caso es que el otro día me senté en el tren justo delante de una chica cuya cara me sonaba bastante. El tren estaba casi vacío y de pronto ahí estábamos los dos, frente a frente. ¿Es ella; no es ella? Me decidí: “Perdona... ¿Tu te llamas Elena?” Ella me sonrió; “Sí. Y tú Daniel. Me estaba preguntando si serias tú”
El caso es que esta chica fue el “amor” de mi infancia. Íbamos juntos a clase y yo pasé cuatro años, de 3º de EGB a 6º –ambos inclusive- suspirando por esa chica. (Y os aseguro que a esa edad cuatro años suspirando son una vida)
Esa tarde –del sábado pasado- Elena y yo compartimos varias estaciones de tren y esperamos dos metros juntos. Fue divertido.
“Yo me acuerdo de que a ti y a mi, como nos apellidamos Sánchez los dos, nos sentaban juntos los profesores”; dijo ella “¡Que va! Tu y yo nunca nos sentamos juntos más allá del primer día de clase”; “¡Que sí!”; “Que no. Si nos hubiéramos sentado juntos lo sabría porque...” Y ahí vino la revelación tantos años callada. Ella rió y me dijo que no lo había notado. ¿Cómo hacerlo? Yo era incapaz de acercarme a ninguna chica que me gustase. Ventitantos años después y no he cambiado casi nada en ese aspecto.
Fue divertido. Elena mantiene la sonrisa, la piel pálida, las pecas y ese cierto aire de despreocupación. Nos despedimos, creo que con cierta reticencia por parte de los dos, como si nos faltase algo. “Bueno, pues ya... ¡Hasta dentro de otros 20 años!” ¿Estuvo mal no pedirle el teléfono? No sé. Por un lado me habría gustado, por otro... ¿quien sabe? A fin de cuentas lo importante es que durante años pensé “Tenía que haberle dicho a esa chica que me gustaba”
Misión cumplida.
Me gustó verla y saber de ella.
Pienso en ese tiempo del colegio y... ¿Éramos tan diferentes a como somos hoy?
Yo creo que no.
3 Comments:
Sí, en tu caso todos pensamos que no eres tan diferente...
Joder, es que las pones a huevo!!
:D
Me alegro de tu reencuentro. El día que me reencuentre con la Campanario te contaré. Aunque a mi no me molaba, pero oye, tiene su intríngulis.
By Galahan, at 1:22 a. m.
¿No le pediste el teléfono? Se ve que, veinte años después, ya no te gusta tanto.
By Álvaro, at 11:45 a. m.
Piensa que al menos si los dos sois Sánchez, no deberíais procrear, que algún parentesco lejano tendréis.
By Anónimo, at 12:53 p. m.
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