Me falta tiempo, estoy terriblemente ocupado y, como demostración de ello, he elaborado la siguiente lista.
COSAS QUE NO SÉ QUE NO ME GUSTANEs decir, cosas que me apetecen hasta que las hago y entonces digo... si es que esto no me gusta. Lo curioso es que, un tiempo después, vuelvo a caer.
· El palulú. Morder un palo siempre es algo que mola, pero al rato (10 segundos) el sabor empalagoso, el palo hecho trizas en tu mano, la sensación de oso panda... no compensa. En mi descargo diré que hace ya bastantes años que me quité del Palulú, aunque ahora mismo... mordería uno un rato.
· La sobrasada. ¡Mmmm! Qué rica está la sobrasada. Me encanta. Pero no hay un sabor –salvo quizá el del palulú- que me canse más rápido. ¿Quién puede comer un bocadillo entero de sobrasada? Estáis locos.
· Los rollitos de primavera. Odio la verdura y, sin embargo, durante años me he pedido rollitos que nunca he acabado, ni de lejos. Por fin he roto el estigma, claro que... ¿existe algún entrante en los restaurantes chinos a parte del rollito o el pan de gambas?
· El algodón de azucar. Misma canción que con el palulú o la sobrasada. ¡Cómprame uno, cómprame uno! Dos pinzadas a esa sobredosis de glucosa y ¡qué asco! Se queda la boca como barnizada. Pero es que, claro, con esa pinta de nube... ¡a ver quien es el guapo que no vuelve a caer!
· El gimnasio. Debe haber alguna alineación estelar que me hace olvidar que detesto los gimnasios. La única experiencia positiva que he tenido fueron mis clases de Kung-Fu (Sí, amigos, sé Kung-Fu) pero lo de ir a hacer pesas... ¿Existe algo más aburrido sobre la faz de la tierra? Tener un cuerpo cachas no es complicado por el esfuerzo físico en si, es complicado porque no existe nada más coñazo. Recordádmelo la próxima vez que diga de apuntarme a uno.
· Las peceras. Tener pecera... debería molar. Pero en realidad es un coñazo. Mi hermana Cristina era perseverante en ese tema y yo siempre me alegraba ¡Guay, una pecera! La emoción duraba lo que tardabas en darte cuenta de que los peces son animales, en contra de la creencia popular, muy poco cariñosos. Además, no sé si es algo generalizado o sólo ocurría en mi casa, pero todos los intentos de tener pecera acababan en terribles y masivas enfermedades que poco menos que provocaban que los peces se pudrieran en vida. Qué horror. Te juras que nunca volverás a tener pecera, pero muchas veces es mentira.
· Las camisetas con pegatina. Las camisetas, principalmente negras, no pueden llevar impresos colores muy vivos, ya que no hay tinte tan fuerte como para contrarrestar el tinte negro del algodón, de modo que si tienen algo impreso lo tienen impreso con una “pegatinas” adheridas a la tela. En ocasiones me compro alguna porque el dibujo me gusta, digo... no dan tanto calor! La uso en entretiempo! ES IGUAL. Aun en invierno un plástico pegado al cuerpo te va a hacer sudar como un animal. Pienso en usarlas como pijama y... lo mismo. No a las camisetas negras con pegatinas. ¿Es que nadie va a hacer nada al respecto?
· Los pijamas. Otra de la infancia. De pequeño, cada cierto tiempo, me daban ganas de dormir con pijama. Ignoro qué es lo que a mi se me escapa, pero creo que dormir con pantalones es contra-natura. Y tremendamente incómodo.
· Vacaciones Santillana. Definitivamente de pequeño era imbécil. O al menos más imbécil que ahora. Acababa el colegio y veía aquellos anuncios tan chulos de “Vacaciones Santillanaaaa” y poco menos que le rogaba a mi madre que me los comprase. No había pasado cinco minutos (ni cinco segundos tampoco) delante del maldito cuaderno-estropea-veranos cuando ya quería prenderle fuego. Tener morriña de los compañeros de clase y del recreo es lícito. De los deberes es de idiota. Y yo era idiota un verano, y otro, y otro... Por supuesto no completé ni un solo cuaderno, ya tenía bastante con los ejercicios de recuperación de las que me habían quedado, pero ¿y el cargo de conciencia por el trabajo autoimpuesto e incumplido? A veces creo que esa sensación nació con esos cuadernos y ya nunca me dejará.
Quizá por eso hago listas como esta en vez de estar escribiendo lo que tengo que escribir.