Se venden penas a 6 euros

El otro día una compañera de trabajo me dejó dos cómics para leer.

Los leía y, aunque los dos eran de diferentes autores e incluso de diferentes estilos, ambos emanaban un pesimismo aplastante. Los héroes de los cómics de hoy en día ya no son héroes. Esa debería ser una buena noticia, pero no lo es. Porque los héroes de los cómics de hoy en día –aunque no son héroes- tampoco son gente normal. Son particularmente débiles. Están atormentados. Y, lo que es peor, parecen disfrutar de estar atormentados.

Me doy cuenta de que la tendencia está cambiando. Antes casi cualquier cómic venia a contar una historia semejante a la de Peter Parker (Spiderman)

Peter Parker es un paria social. Le consideran un cerebrito y eso le hace sentirse apartado del resto, aunque él intenta formar parte de la burbuja sin dejar de lado sus principios. Pero no lo logra. No obstante es un “Elegido” poderes que él no pidió le colocan en una posición de fuerza que, paradójicamente, sólo le trae desgracias. Pero él lucha por superarse, por ser mejor e incluso por ayudar a aquellos que renegaron de él. Generalmente todos sus triunfos quedan en la sombra. Poco importa, porque él sabe que ha hecho lo que debia.

Ese es el patrón que se repetía entonces. Lo que podriamos llamar el patrón de “El elegido para la gloria”. Otras historias, como mi cómic favorito “Akira” parten de la misma premisa, pero con un protagonista que se rebela contra aquellos que antes le discriminaban, Tetsuo elige el camino del mal. No es un ejemplo a seguir, pero al menos decía “¡¡Aquí estoy yo!!”

Existen muchas versiones de buenos y malos. Pero casi todas ellas interesantes porque casi todas tenían “Personajes interesantes” ahora leo y sólo veo a ese personaje físicamente Tim Burniano (o Neil Gaimanizado) que acepta su condición de perdedor sin rechistar, acepta convertirse en un cliché, en un personaje completamente plano y olvidable.

En uno de los dos cómics de los que hablaba antes hay un trasfondo más que interesante. Es un futuro bien definido y de tendencias viables y curiosas. Pero la protagonista de la historia se abraza las piernas y tiene la cabeza hundida entre las rodillas. “Mi novio me ha dejado; celebrémoslo taponándome las putas arterias” dice negándose a salir. Una actitud entendible ante una ruptura, si no fuera porque ella, al igual que la sociedad en la que está, parece imbuida de un karma que sólo puede ir a peor. En el otro cómic la protagonista, una niña de pelo negro, cuerpo preocupantemente delgado, piel blanca como la leche y forma de vestir moderna con tintes góticos –estética común de casi todas estas nuevas protagonistas- pasa su vida en un psiquiátrico. Es violada por el mismísimo demonio a través del hombre que ama. Pero no protesta. Tiene una hija de la que no quiere ocuparse. Y recibe todos los reveses imaginables por alguien que no puede (no quiere) salir de su habitación. ¿Por qué? Porque como dice en el cómic “Esa noche estaba sola; he estado sola toda mi vida” El cómic acaba con su tumba en la nieve. A nadie le importa, sólo el diablo en forma de gato está presente en su entierro.

Me gustan las historias de personajes malditos, lo reconozco.
Pero no me gustan los malditos que no luchan contra su maldición. Si sólo la aceptas... ¿qué te hace grande? ¿Qué hace que merezca la pena leer esa historia?

Me hace pensar que, si aceptan su destino es porque quizá creen merecerlo. O, lo que es peor, porque van dirigido a gente que piensa que, si no triunfa, es porque son malditos. Si no luchan aquellos de los que se escriben historias... ¿Para qué voy a luchar yo? Mejor sentarme en el alfeizar de mi ventana y convertirme en nostalgia.

Cada uno tiene su opinión y hay que respetarla. Pero en ocasiones me gusta navegar entre blogs al azar y encuentro muchos (Muchísimos) de chicos y chicas jóvenes que pese a tener poco más de veinte años escriben sobre “lágrimas negras”, “noches de soledad”, “frío en el corazón” y “ausencias en la mirada”. (Aunque supongo que es más terrible escribir sobre esas cosas a los 30 o a los 40) Parecen predestinados a un mundo que no les comprende, que no les quiere, que les excluye. Y escriben como si no pudieran cambiar eso.

Lo que me recuerda algo que leí en otro cómic, en uno de esos que hablan de gente que no se rinde aunque lo tengan todo en su contra:

“Nadie derrama lágrimas por un cobarde.
Nadie”