Cuento sin novedad
Eloísa camina por la calle a toda velocidad para llegar a su trabajo antes que su jefe, pero lo tiene complicado. Ya hace cinco minutos que debería estar allí y aún le queda un trasbordo y cuatro estaciones para llegar. Nota con la punta de la lengua un hilillo de bacon entre sus muelas, no le gusta salir de casa sin lavarse los dientes pero hoy o se le ha olvidado o no le ha dado tiempo. Para dejar de azuzar mentalmente al metro piensa en su jefe y en el gesto que le hará si ya está allí cuando ella llegue. El gestito. Lo odia. Es en realidad un gesto tan telecincero que se ha convertido en algo universal y patético a partes iguales; ella entrará pidiendo disculpas y él meneará la cabeza con una mirada de decepción paternalista. En ocasiones también está la variante “con señalización de reloj incluida”, lo que significa que el retraso puntúa doble. Se imagina diciéndole a su jefe “¡No llegaría tarde si de verdad nos dieras las dos horas que por ley nos tienes que dar!”, pero sabe que no lo hará. Aunque podría, porque lo cierto es que Elo está convencida de que a su jefe ni siquiera le importan esos retrasos de cinco minutos. Se ve a kilómetros que es de los que se hacen el duro, convencido de algún modo de que, si no es un capullo, un día llegará a trabajar y le habrán robado su oficina. ¿Le ocurriría a ella lo mismo si fuera jefe? Cree que no, pero reconoce que no es imposible. Lo que no le ocurriría jamás es eso de empeñarse en algo que es obviamente un error. Eso es lo que más detesta de su jefe. Cada día tienen que discutir sobre tecnicismos legales y administrativos, generalmente todo va bien pero de vez en cuando él, que de llegar tarde sabrá mucho pero de contabilidad no tiene ni puta idea, mete la pata hasta el fondo con una afirmación demostrablemente incorrecta. Elo sabe entonces que los siguientes segundos son fundamentales, si se muestra sumisa e indica el error sin darle importancia es posible que su jefe recule y puedan pasar a otra cosa como si nada hubiera pasado, pero si los segundos se agotan y no ha conseguido que él cambie de opinión... está perdida. Tendrá que hacerlo como él dice, sabiendo que cuando la bomba estalle ya habrá pasado el tiempo suficiente como para que él pueda fingir no recordar quien insistió en que se hiciera de esa manera, pero claro que lo recuerda. Porque cuando ella se equivoca él la dirige otra vez esa mirada paciente y paternalista, pero si es un error de él la mira divertido y lo zanja con un “bueno, no pasa nada” entonado como un “te perdono”. Por suerte Elo sabe que sí es capaz de recular, hace unos segundos pensaba que su jefe no era un gilipollas pero ahora se ha dado cuenta, tiene que admitirlo, de que estaba en un error. No puede sacar la tira de bacon con la punta de la lengua y se está poniendo nerviosa.
5 Comments:
Bonito cuento.
¿Autobiográfico? Como ahora eres jefe y tal...
By txopsuey, at 12:40 a. m.
De jefe nada, que Dani sólo es jefe en su mente, pero está bien, porque así todo el mundo es feliz.
Me gusta esa manera moderna de poner "Fin", que se adecua a la era de la información.
¿Es un gesto telecincero o telecinquero?
By Anónimo, at 10:05 a. m.
Sí, por desgracia creo que lo de ser jefe ha acabado más en reclamo publicitario (que me hicieron a mi) que en realidad palpable. Qué le vamos a hacer, los hay que hemos nacido para ser pringaos.
El texto es que de un tiempo a esta parte me he encontrado con mucha gente que me ha contado la misma historia, la de tener jefes que parecen estar en guardia ante sus trabajadores y que, de cuando en cuando, se empeñan en algo y ya no hay dios que les convenza. Y curiosamente no hablo de gente del mundo del guión (o no sólo del mundo del guión) hablo de otros casos en los que la equivocación es demostrable y aún así... se empeñan y se empeñan.
Queria escribir sobre ello y surgió así. Nada más.
By El Autor, at 11:37 a. m.
Comentarios:
- ¿Qué es un gesto "telecincero" o "telecinquero"?
- Qué horror, en todas partes cuecen habas. ¡No hay escape!
Y en cuanto al sudoku, no me he podido poner hasta hoy. Lo he hecho en el metro, entre Avenida de América y Plaza de Castilla (6 estaciones creo) y entre Plaza de Castilla y Santiago Bernabéu (dos más). La solución es:
589764312
714328659
263159487
491276835
675843921
328591746
832617594
146985273
957432168
¡Hay que entrenar más, Dani!
By Álvaro, at 5:11 p. m.
La verdad es que yo soy bastante impuntual en general...y eso que lucho por no serlo, y lo paso fatal cuando aún así no logro controlar el tiempo...
Eso sí, en el trabajo no puedo permitirme el llegar ni 5 minutos tarde...aunque a veces el magnífico metro con el que contamos hace que llegue justita o un pelín tarde, y en el trayecto empiezo a sudar y mi corazón se acelera directamente proporcional a la velocidad en la que va aumentando mi cabreo, con los del metro, y conmigo misma por no haber cogido el metro anterior...
Lo que nunca pienso hacer por no llegar tarde es no lavarme los dientes...
By Lucíayelseso, at 8:42 p. m.
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