Tarareando
Pues he aquí que ayer me pasé todo el día tarareando una canción de Bunbury. Y además no es ni siquiera una de las más conocidas, era esa de “Canto porque me levanto siempre con las mismas peeeenaas...” Me gusta esa canción, me parece que se sale un poco de lo habitual de Bunbury. Pero tranquilos, este no es un post sobre Enrique, que ya me tenéis aburrido con criticar al que es –indiscutiblemente- uno de los mejores artistas de nuestro país.
¡Olvidaos de Enrique por un momento!
De lo que hablo es de eso de que se te meta una canción en la cabeza y ya no te puedas librar de ella. En este caso la canción me gustaba, pero también hay días en los que me rebota por dentro una canción que me parece un horror (O al menos se lo parece a mi consciente, quizá mi inconsciente piensa distinto) Una parte anárquica de nuestra psique decide pasarse todo el día escuchando la música de Indiana Jones (La famosísima no, la otra) y ya no hay forma de convencerla para que cambie el disco.
Parece imposible imponerle a nuestro cerebro lo que vamos a escuchar de fondo mientras no pensamos en lo que pensamos. Yo lo he intentado, soy así, un tipo sin miedo a nada.
Esta es mi lista de métodos que se han rebelado insuficientes para ponerle banda sonora al cerebro.
De modo que he llegado a la conclusión de que esto es como muchas otras cosas: basta desearlo para que se nos escape entre los dedos. El ser humano puede viajar a la luna, pero no puede quitar ni poner la banda sonora de su psique.
Pero, quizá, aunque no pueda cambiar mi mente sí pueda cambiar la vuestra. ¿Os acordáis de la canción esa de Amaral? Da igual que os guste o no, la canción esa de “Laraaaa Laiiiiioooo...” ¡La de Amaral! Piensa en UNA canción de Amaral. Alguna te sabes, seguro. Aunque sea un poco.
Ale, ya está.
Ya me diréis si ha funcionado o no.
¡Olvidaos de Enrique por un momento!
De lo que hablo es de eso de que se te meta una canción en la cabeza y ya no te puedas librar de ella. En este caso la canción me gustaba, pero también hay días en los que me rebota por dentro una canción que me parece un horror (O al menos se lo parece a mi consciente, quizá mi inconsciente piensa distinto) Una parte anárquica de nuestra psique decide pasarse todo el día escuchando la música de Indiana Jones (La famosísima no, la otra) y ya no hay forma de convencerla para que cambie el disco.
Parece imposible imponerle a nuestro cerebro lo que vamos a escuchar de fondo mientras no pensamos en lo que pensamos. Yo lo he intentado, soy así, un tipo sin miedo a nada.
Esta es mi lista de métodos que se han rebelado insuficientes para ponerle banda sonora al cerebro.
- Despertarse y pensar con insistencia en la canción que quieres escuchar. (Cabría pensar que lo que pensamos al despertar nos afecta durante el resto del día, no es así)
- Escuchar el principio de la canción y cortar para empezar a cantar mentalmente el resto del tema. (Cabría pensar que el esfuerzo mental subiría la canción a los rieles de la psique, no es así)
- Escuchar la canción justo anterior del disco y cortarlo antes de que empiece la canción que queremos escuchar (Cabría pensar que el anhelo pondría el cerebro en inercia, no es así)
De modo que he llegado a la conclusión de que esto es como muchas otras cosas: basta desearlo para que se nos escape entre los dedos. El ser humano puede viajar a la luna, pero no puede quitar ni poner la banda sonora de su psique.
Pero, quizá, aunque no pueda cambiar mi mente sí pueda cambiar la vuestra. ¿Os acordáis de la canción esa de Amaral? Da igual que os guste o no, la canción esa de “Laraaaa Laiiiiioooo...” ¡La de Amaral! Piensa en UNA canción de Amaral. Alguna te sabes, seguro. Aunque sea un poco.
Ale, ya está.
Ya me diréis si ha funcionado o no.
2 Comments:
Al menos se te ha metido en la cabeza una canción que te gusta. Recuerdo los tiempos en los que salió la odiosa canción "Corazón partido" del odioso Alejandro Sanz. Esa canción con la que pasó de ser una estrella para adolescentes a un autor serio y respetado, cuando lo único que hizo fue seguir con sus rimas chungas, con sus melodías para las que no tiene voz suficiente, y sobre todo, aumentar el porcentaje de insufrible pero intocable flamenco. Pero eso en realidad es otra historia.
La cuestión es que estaba a todas horas en la radio, y no sólo la escuchaba como mínimo 3 veces en el trabajo porque mis compañeras escuchaban Cadena 100 sino que, como mi radiodespertador no tenía muy buena recepción y yo soy bastante perro, andaba en alguna emisora en la que ponían esa canción cuando sonaba el despertador a las 7:15. Y es fundamental esa primera melodía cuando uno pasa del feliz mundo onírico, por el estado alfa, hasta la triste realidad.
Así que, a mi pesar, escuchara o no la canción que estaba en todas partes, ahí estaba en mi cabeza. Tengo que entrenar más esos ejercicios mentales.
By Armabot, at 10:09 p. m.
Lo verdaderamente chungo de todo este tema, es que la rapidez, la fuerza y resistencia con la que puede quedarse una canción en tu cabeza, para torturarte el resto del día, es directamente proporcional a lo horrible y, sobre todo, lo embarazosa que sea. Basta escuchar los primeros segundos para que se te pegue, y encima es altamente contagioso. Eso es lo único que puede consolar, que puedes aliviarte en parte compartiendo el sufrimiento "puteando" a otro al pasársela.
By Lucíayelseso, at 5:29 p. m.
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